Los fragmentos del sepulcro de alabastro del primer duque de Alburquerque estaban en la escombrera
Cuéllar halla en un pinar los restos desaparecidos del conjunto funerario de Beltrán de la Cueva, una de las primeras obras del Renacimiento en España cuyas piezas estrella están en Nueva York, aunque se teme que vuelvan a extraviarse en el futuro

En 1905, el agente internacional de antigüedades Lionel Harris apareció por la villa segoviana de Cuéllar para cerrar un suculento negocio. La bóveda del antiguo convento de San Francisco había colapsado un año antes, sepultando una parte importante del conjunto funerario de alabastro que Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque y mano derecha del rey castellano Enrique IV, había ordenado construir a finales del siglo XV para su familia. El sepulcro de su segunda esposa y el de su hermano, ubicados en el crucero, se habían salvado de la ruina. Harris no tuvo dudas: las dos sepulturas renacentistas tendrían una buena venta en el mercado del arte. Tras la negativa del museo británico Victoria & Albert, sería el estadounidense Archer Milton Huntington quien las adquiriera para dotar de fondos la Hispanic Society de Nueva York, una institución dedicada a la difusión del arte hispano en Estados Unidos, que estaba a punto de abrir sus puertas (1908). “Los sepulcros son piezas estrella de la colección de escultura de la Hispanic, ejemplos espléndidos del arte gótico y renacentista de la España de 1500″, valora Patrick Lenaghan, actual conservador de escultura en la Hispanic.
En España, el ruinoso convento sería dedicado a molino de harina, una actividad en auge en la Cuéllar de finales del siglo XIX. Mientras el edificio recibía un uso indigno de su pasado, algunas de las piezas del sepulcro que Beltrán de la Cueva compartía con su primera y tercera esposas fueron desapareciendo para recalar en distintos destinos, entre ellos, museos españoles —como el Nacional de Escultura de Valladolid o el Marés de Barcelona— y de Estados Unidos. A los yacentes que coronaban el mausoleo, que se puede apreciar con dificultad en el centro de la iglesia gracias a una valiosa fotografía tomada antes del derrumbe, se les perdió la pista. Los sucesivos desescombros practicados por el ayuntamiento de la localidad segoviana, nuevo propietario del antiguo convento, terminarían con los (abundantes) fragmentos restantes en paradero desconocido… Hasta hoy, cuando una sorprendente iniciativa y los estudios de un profesor universitario los han rescatado de la desidia y el olvido.

La preparación de una exposición para conmemorar el quinto centenario de la muerte del escultor Vasco de la Zarza —una muestra que tendrá lugar este año en la catedral de Ávila— condujo los pasos de Ismael Mont hacia el exconvento de San Francisco. “Creemos que la mano del artista Gil de Siloé (autor del sepulcro real de la cartuja de Miraflores, obra maestra del gótico) está en los cinco yacentes del conjunto funerario de Cuéllar; pero Siloe muere y es Vasco de la Zarza quien termina la obra”, sostiene el profesor de la Universidad de Salamanca. De la Zarza, autor de una de las obras cumbre de todo el Renacimiento —el monumento funerario del Tostado, en la catedral de Ávila—, fue “uno de los pioneros de la escultura renacentista en la Corona de Castilla”, define Ismael Mont. Es precisamente esta circunstancia, según el historiador, lo que hace únicos los desaparecidos restos de la tumba de Beltrán de la Cueva esculpidos por el artista: “Esta obra se encuentra entre las primeras manifestaciones escultóricas del Renacimiento en España”.
Pero ¿qué había ocurrido en el antiguo convento que había llamado la atención del profesor? “La concejala de Cultura de Cuéllar, historiadora y una política como Dios manda, había emprendido el enorme proyecto de buscar los fragmentos disgregados del túmulo”, explica Mont. Por insólito que parezca, los pedazos de los frisos tallados por Vasco de la Zarza comenzaron a aparecer por los lugares más insospechados, “fundamentalmente, en el pinar, en una escombrera”, revela el profesor de la Universidad de Salamanca. La iniciativa se le ocurrió a Maite Sánchez, concejal de Cultura y Turismo en el ayuntamiento de Cuéllar desde 2009. “Al llegar al cargo, y como sabían que era historiadora del arte, la gente del pueblo, el personal más mayor de servicios, me dijo: ‘Mira, te vamos a enseñar algunos de los sitios donde está el patrimonio del convento de San Francisco”, revela Sánchez. La concejala inició una cruzada para localizar las piedras del sepulcro de los duques, que comenzaron a dar la cara, junto a azulejerías y yeserías del antiguo monasterio, en espacios como “el pinar, la parte trasera del campo de fútbol, el convento de Santa Clara, o en una nave, escondidas en palés”, relata la edil.

La iniciativa de la concejala de Cultura, empeñada en rescatar el degradado convento de San Francisco y convertirlo en centro cultural, comenzó a obtener unos resultados sorprendentes. “Recompusimos el puzle y hemos descubierto que tenemos paredes enteras de azulejerías del convento”, cita como ejemplo. En cuanto a los pedazos del túmulo de Beltrán de la Cueva, Ismael Mont calcula que se ha reunido “más del 50% de la obra original”. “Algunos son solo fragmentos de alabastro muy dañados, pero también hay trozos grandes donde se aprecia la iconografía de Vasco de la Zarza”, describe Mont, quien destaca la “importancia simbólica para la historia de Castilla” que tiene el conjunto al que pertenecen, al que se compara con el citado de Siloé en la cartuja de Miraflores de Burgos. El paradero de los yacentes que coronaban el triple sepulcro que no viajó a Nueva York sigue siendo, sin embargo, un enigma. “No me extrañaría mucho si se guardaran en un lugar no tan alejado de la iglesia, donde hayan pasado años sin identificarse, porque la historia del monumento y la importancia de estos yacentes sigue sin apreciarse”, valora Patrick Lenaghan, conservador de la Hispanic Society y profundo conocedor del conjunto.
Y ¿ahora qué? Una hipotética recreación del túmulo de Beltrán de la Cueva parece una sugerente y tentadora opción para dignificar los restos originales y generar un nuevo atractivo turístico para la zona… pero no es tan sencillo. “Los políticos locales no podemos hacer todo lo que nos gustaría; las piezas del sepulcro solo las tenemos en custodia, ya que pertenecen al actual duque de Alburquerque, y tampoco sabemos si, en el futuro, el equipo de Gobierno que venga decidirá cuidarlas como nosotros”, duda Maite Sánchez. La responsable de Cultura admite tener “buenas relaciones” con la Casa Ducal de Alburquerque, cuya fundación gestiona en la villa segoviana valiosos archivos a disposición de los investigadores, que abarcan casi un milenio de historia. Sin embargo, Sánchez recela del interés real del aristócrata Juan Miguel Osorio y Beltrán de Lis en los fragmentos de la sepultura de su antecesor: “Desconocemos si el duque va a decidir custodiar estas piezas de una manera distinta a la nuestra”.

Desde la Fundación Archivo Histórico Duque de Alburquerque de Cuéllar defienden que Osorio “tiene especial cariño” por el antiguo convento de San Francisco como “eje de la Casa Ducal”, y explican que un convenio, firmado hace varios años, estableció que la titularidad del edificio sería municipal (de hecho, acaban de adquirir nuevas dependencias del antiguo convento), mientras que determinados fragmentos serían, en efecto, propiedad del duque. “Solo se trata de unas poquitas piezas de un conjunto mucho más amplio que pertenece al Ayuntamiento de Cuéllar”, precisa Lucía Velasco, directora de la fundación, quien aclara, en todo caso, que “para nosotros, sería muy interesante recrear el sepulcro con las piezas auténticas, y estamos abiertos a todas las vías posibles”. Ismael Mont apuesta, de su lado, por “poner en conocimiento de la sociedad que esto ha aparecido y que está custodiado por el Ayuntamiento como legítimo propietario. Ahora, habría que llevar a cabo un proceso de restauración y, luego, de musealización, para que todo esto quede ahí”, apunta el profesor de la Universidad de Salamanca.
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